Profesionales de la Salud Mental e intolerancia
El combustible esencial de la intolerancia de la psiquiatría es la creencia arrogante de los psiquiatras de que su malestar respecto a humanos diferentes a ellos justifica declaraciones respecto a cuáles comportamientos humanos son considerados “enfermedades mentales.”
Los intolerantes no se
ven a sí mismos como tales, y este es el caso con los psiquiatras y otros
profesionales de la salud mental. Los intolerantes tienden a ver sus rasgos
personales como “normales” o “superiores,” y ven su malestar respecto a otros
diferentes a ellos como justificación para sus declaraciones respecto a los
defectos de otras personas.
Mi experiencia es que la
mayoría de los profesionales de la salud mental no tienen conciencia de cómo
este proceso de selección y socialización da como resultado una adaptación
extraordinaria, y tan pocos se rebelan contra la presunción arrogante de que
individuos que no cumplen están “mentalmente enfermos.”
Si, en una sociedad
imaginaria, el individuo que no cumple y el desobediente estuvieran a cargo de
decidir quiénes están “mentalmente enfermos” y quiénes son “normales”, se
podría dar el caso de que el cumplimiento de sometimiento de un padre puede
permitir el abuso emocional y físico del otro padre; y podría darse el caso de
que subordinados que besan traseros hacen posible que se tomen políticas
sociales desastrosas.
En contraste con esta
sociedad imaginaria de autoridades que muestran respeto y afecto por el no
conforme, la sociedad estadounidense ha tenido diferentes autoridades-desde
psiquiatras hasta presidentes. El ex presidente Lyndon Johnson, que engañó al
público norteamericano en lo referente al incidente del Golfo de Tonkin que
puso en marcha la tragedia de la Guerra de Vietnam, al hacer referencia a un
prospecto de asistente, dijo: “no quiero lealtad. Quiero lealtad. Quiero que
bese mi trasero en la ventana de Macy’s en el momento de la mayor confrontación
y me diga que huele a rosas. Quiero su falo en mi bolsillo.”
En el mundo en que
vivimos, el cumplimiento de sometimiento y besar traseros no solamente no
provoca inquietud en la mayoría de las autoridades, sino que les resulta
placentero—y esto incluye a las autoridades psiquiátricas. No es sorprendente
que no existan enfermedades mentales con el nombre de “trastorno de
cumplimiento de sometimiento” y “trastorno de besa traseros.”
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